Descripción
NUESTRO PROPIO CIELO POR EZQUIEL DELLUTRI es un relato sensible y poderoso, como los puentes que tiende la lectura, como esos encuentros, a veces fugaces, que pueden marcar el destino.
Lázaro es un niño que se refugia a menudo en el silencio, pero algo diferente le pasa cuando lee: las palabras se le ordenan y encuentra una voz que lo sorprende. Por eso se siente cómodo entre los libros, a pesar de no tener ni uno propio. Una tarde, mientras su papá trabaja haciendo arreglos en un departamento, descubre una enorme biblioteca. Lo que Lázaro no imagina es que pertenece a un escritor muy famoso y que, a través de conversaciones y lecturas compartidas, se irá tejiendo entre ellos una red de palabras que lo sostendrá para siempre.
Ezequiel Dellutri es escritor, profesor de Lengua y Literatura, y activo promotor de lectura entre niñas, niños y jóvenes. En 2018, obtuvo el premio Norma por Koi, su primera novela juvenil, también seleccionada para integrar el prestigioso catálogo White Ravens. En dos oportunidades ganó el premio Destacados de ALIJA a mejor novela infantil por Minotauro en zapatillas (2019) y Mamerto mío (2022).
Fragmento
2
De pronto, mientras leía, me di cuenta de que me observaban.
Escondí el libro lo más rápido que pude y me bajé de la mesada donde estaba sentado.
Traté de que no se me vieran las zapatillas, pero no pude.
Que no las vea, pensé.
Que no las vea.
Pero la mujer las vio. Fue lo primero que hizo.
—Qué bien lee el nene —dijo.
Mi papá, que estaba metido adentro del mueble de la cocina, se asomó.
—¿Vio, Fanny? En eso no salió a mí.
Se rio y la mujer también. Después, ella avisó que se iba a repasar el cuarto del señor, que volvía de viaje al día siguiente. Antes de salir, me miró las zapatillas de nuevo.
—¿Viste que es cierto? —me dijo papá—. Hasta la señora se dio cuenta de que sos bueno leyendo.
Papá siempre me decía que leía muy bien, pero yo no le creía.
Miré el libro sin saber qué hacer.
—No lo escondas. Le pedí permiso a la señora. Me dijo que estaba bien. Ya le hice varios trabajitos, ¿sabés? Desde que vi la biblioteca quería traerte.
—Es enorme.
Era como un mar de hojas; nunca había visto tantos libros juntos.
—Leé más, Lázaro. Me gusta escucharte.
Seguí leyendo.
Al rato, volvió la señora.
—Don Francisco, ¿puedo hablar con usted? —llamó a papá. De nuevo me miró las zapatillas, pero después sonrió. Me sonrió.
Papá se limpió las manos en los pantalones y se acercó a la señora. Hablaron durante un rato. Papá a veces decía que no con la cabeza; otras, se reía, cada tanto me miraba. Yo no entendía de qué hablaban, pero me parecía que era sobre mí. ¿A la señora no le gustaba que en su cocina hubiese un chico con las zapatillas rotas?
Hablaron un rato más, la señora me miró, miró mis zapatillas, sonrió. Mi papá volvió a su trabajo; yo seguí leyéndole. Cuando terminó, me di cuenta de que guardaba las herramientas despacio; me daba un poco más de tiempo para estar con el libro.
Para despedirme…
NUESTRO PROPIO CIELO POR EZQUIEL DELLUTRI